lunes, 7 de febrero de 2011

127 Horas, de Danny Boyle



Después del éxito que le supuso Slumdog Millionaire, Danny Boyle nos sorprende con una historia radicalmente diferente a su anterior trabajo, una historia que se ha visto muy perjudicada por las comparaciones con la reciente Buried (para zanjar el tema diré que me parecen ambas, películas estupendas, pero tan diferentes que sencillamente no pueden compararse) e incluso en mayor medida por el morbillo que despierta su trama, que la gente resume en “ah sí, esa del escalador que se corta un brazo para vivir”.

Sin embargo creo que “127 Horas” ofrece mucho más que eso, una historia ya no solo de supervivencia y lucha, sino de maduración y comprensión de uno mismo.

Para fastidiar un poco a los más morbosos, adelanto que el momento de la amputación propiamente dicho dura escasos minutos, y que, sin ocultar ni esconder nada en ningún momento, Boyle no se recrea en el asunto más de lo necesario. Tampoco es una película para ver alegremente, tiene escenas crudas que se deben ver con la mente muy fría, la amputación final resulta durísima y os puedo asegurar que te duele a ti también solo de verlo, pero necesaria como punto final a la lucha tanto física como mental del protagonista, Aron Ralston.

Esta lucha mental es uno de los temas a mi gusto más interesantes de la película, el ser humano contra sí mismo. Aron Ralston, entra en esa grieta siendo un tipo que hasta cierto punto podemos considerar inmaduro, incluso egocéntrico o egoísta (el mismo en uno de sus delirios se define como “un tipo que se cree un puto super héroe”), pero que saldrá de ese infierno personal siendo alguien diferente, sin duda mucho más “depurado” tras su paso por esa cueva que tanto nos recuerda al descenso a los avernos por el que cualquier héroe debe pasar. Esto, claro está, no será un proceso fácil, el escalador pasará un auténtico infierno de miedo, recuerdos, dolor, pena y odio hacia todo e incluso hacia sí mismo.

Todo llevado por una realización muy interesante de Boyle, que no solo sirve para mantener el ritmo de la narración, sino que en mi opinión consigue perfectamente plasmar todos los procesos mentales del escalador, golpeándote con todo tipo de recursos visuales para que tus pensamientos sean los mismos que los de Aron Ralston, desde la sed que pasa el protagonista hasta sus momentos más existenciales. Todo con la pura imagen y sin más conversación que la que el personaje dedica a si mismo con su cámara de video.

Y por supuesto la interpretación de James Franco, que hace un papel extremadamente difícil y que obtiene a la perfección, porque no es fácil sacar todo lo que vive el personaje a lo largo de su pesadilla sin hacerlo creíble y que nos pongamos en su piel. Franco lo logra y aunque lo más probable es que el Oscar de este año sea para Colin Firth (que también hace un gran papel en El Discurso del Rey), creo que 127 Horas, se merecería este premio a la interpretación tanto como la película ganadora.

Un punto positivo más para la película es su estupenda fotografía, que llena la pantalla de color, paisajes increíblemente bellos, planos extraños y fantásticos… puede parecer extraño para esta historia, pero pienso que le sienta muy bien para lo que quiere contar, enmarcando por cierto a Ralston en un escenario misterioso, aislado de toda civilización y que le llevará también al cambio interno que he mencionado antes.

No me gustaría dejarme en el tintero los interesantes planos del principio y final del film, masas humanas haciendo todo tipo de cosas juntas y al unísono: maratones, oraciones, salidas y entradas del metro en hora punta, carreras de San Fermín… planos que al principio pueden parecer interesantes aunque gratuitos y que tras todo el film el director nos los recuerda para ver otro de los temas que creo que se tocan en la película: la idea del ser humano como ser necesariamente social o del hombre en la naturaleza rondan toda la película por esos planos que creo enlazan muy bien (no parece casual la verdad), con la insistencia del director de mostrarnos hormigas, insecto social por excelencia, alrededor de Ralston durante todo su encierro.

Mucho más se podría decir al respecto, pero creo que lo mejor es que la veáis y disfrutéis por vosotros mismos, aunque eso sí, con los nervios bien templados.