miércoles, 27 de abril de 2011

Sabiduría Homérica









"Intentar algo es el primer paso hacia el fracaso"

Homer J. Simpson

lunes, 25 de abril de 2011

Bienvenido Mister Marshall, de Luis García Berlanga







En 1952 Luis García Berlanga dirige la que es su primera película en solitario, aunque con una historia escrita junto con Juan Antonio Bardem, un maravilloso cuento que oculta bajo su superficie la amarga realidad de la España de la época y seguramente de la España de cualquier época. Villar del Río es un pequeño y pobre pueblo castellano como otros tantos: su fuente, su iglesia antigua, su ayuntamiento con reloj…habitado por las gentes que todos esperamos encontrar en un sitio así: el señor cura, el alcalde, el boticario, las cotillas, la maestra… lo que se dice un pueblo normal. Un día llega un “señor delegado del gobierno” y avisa al alcalde Don Pablo de que los americanos van a venir con su famoso plan Marshall y sus dólares, por lo que los habitantes deben prepararles un recibimiento a la medida de “los representantes de tan noble pueblo” para que los yanquis se dejen todo el dinero posible en la localidad. Para suerte de Don Pablo, en ese momento está en el lugar la máxima estrella de la canción andaluza y su manager Manolo, que dice conocer muy bien a los americanos y promete ayudar a Villar del Río para que los estadounidenses se queden mucho tiempo y les colmen de regalos.

Narrada como si fuera un cuento de los Reyes Magos (la película empieza con la voz del narrador diciendo “Pues señor, erase una vez un pueblo…” y termina con un “y colorín colorado, este cuento se ha acabado”), desde el primer minuto nos queda más que claro por qué esta es una de las películas más grandes dentro del cine español. Ya desde el principio, con la presentación del lugar y sus gentes Berlanga nos muestra su más que buen hacer en lo que a ritmo y diálogos se refieren. Con un relato en off maravilloso y un tempo ágil e imparable nos metemos de lleno en el mundo rural de esa España pobre y miserable hasta llegar al nudo del film sin apenas darnos cuenta. Por si fuera poco la película no solo mantiene su calidad a partir de aquí, sino que en el preparativo del recibimiento, la víspera, la llegada de los americanos, el final… todo va ascendiendo hasta dar, una vez que aparecen los créditos finales una imprescindible obra de arte del cine español e internacional.

En esta maravillosa historia Berlanga aprovecha para disparar contra absolutamente todo y todos: la España del régimen franquista, el cine español y la “españolada”, la falsa imagen de España que los propios españoles damos al mundo, los americanos, Hollywood…vamos, que no deja títere con cabeza, pero siempre con el talento y el cuidado necesarios para que no supusiera un problema con la censura franquista. Lo cierto es que los censores de la época o no hacían bien su trabajo o no eran demasiado inteligentes porque hay cosas que no sé como dejaron pasar (me viene a la cabeza ese alcalde del pueblo, sordo, feo y que habla a gruñidos, vestido de andaluz dando un discurso incoherente desde el balcón).


Bienvenido Mr Marshall

La búsqueda a propósito del tópico y del esperpento en la historia y los personajes ironiza ya no solo sobre la situación social y política de entonces, sino sobre el propio cine nacional, riéndose del folclore y la imagen de España-Andalucía que desde el cine de la época se hacía para exportar una pantomima de España tan de cartón piedra como el pueblo que fabrican en Villar del Rio, con “Calle del Salero” incluida, para contentar a los americanos y que se dejen los cuartos. Como la cantante andaluza que solo sabe decir “¡Ozú!” o “¡Vaya!” cuando se le pregunta algo… ¿Nos suena esto de algo? Esa España de sol y playa, de toros, coplas y paella que seguimos vendiendo incluso hoy para que venga de fuera un dinero que por cierto ya nos hemos gastado aunque todavía no tuviéramos…Bienvenido Mr. Marshall como toda buena obra de arte, resulta intemporal y aplicable en cualquier época.

Tampoco los americanos se libran aquí de la aguda mirada y parodia de Berlanga. Su paso por Villar del Río resulta tan memorable como rápido, dejando al pueblo lleno de deudas, todavía más pobre y sin ninguna mejora visible (me sigue sonando todo esto…) o las escenas de los sueños de los habitantes la víspera de su llegada son sencillamente geniales y una parodia del cine Hollywoodiense: la pesadilla de cine negro con toque expresionista del cura es genial, la llegada del hidalgo a tierra de los indios…pero sobre todo el divertidísimo western soñado por el alcalde en el que participan todos los habitantes del pueblo (con andaluza cantando coplas en el “saloon”) y en el que Berlanga aprovecha para reírse y hacernos reír muchísimo a costa de los yanquis. Tampoco podemos olvidar el plano en el que la banderita americana flota, rota y manchada, por un desagüe lleno de porquería, escena por cierto, que dio algún que otro problema en el extranjero. Ahora me parece que nadie tiene el valor o por lo menos el talento de hacer algo con tan buena mano, con tanto sentido, humor y fuerza como esto.

Además de cómo lleva Berlanga el film, es decir de maravilla, da gloria ver que hubo un tiempo en el que en el cine español había grandes actores que hacían grandes papeles: actores que sabían por ejemplo qué hacer con las manos, que sabían algo tan básico como vocalizar bien (los actores españoles actuales tienen un pequeño problemita con esto…será por las otrodoncias) si hasta al alcalde, un maravilloso Pepe Isbert, que habla farfullando, se le entiende mejor que a cualquier actor que vemos hoy día en la televisión o lo que es peor, en el cine. Actores que entienden lo que es la continuidad en el cine, que la respetan y trabajan (uups, otro trabajito pendiente para los maravillosos intérpretes de ahora), pero sobre todo actores que INTERPRETAN, que hacen un personaje el cual te crees por muy esperpéntico y tópico que sea, que te llegan y te importa lo que viven y sufren durante todo el film. Mención especial por cierto para Fernando Rey como narrador de la historia, es su voz la que le da el aire de cuento, casi navideño en ocasiones, que tiene el film.

Lo malo es que a esta película le pesa demasiado la mala difusión que se le da en nuestra propia tierra, donde nos quedamos en la escena del pueblo cantando “Americanos, os recibimos con alegría”, que a pesar de estar bien no es ni mucho menos lo mejor del film, o por lo menos no se entiende totalmente si no das la misma difusión a todo el metraje. Parece que la maldición de “la españolada” afecta incluso a la película que quería ridiculizarla y destruirla.

Mucho más se podría decir de esta joya del cine español, como la escena en que el pueblo hace la lista de las cosas que les va a pedir a los americanos con sus deseos más peculiares o sencillos, el discurso del alcalde “que nos debe a todos una explicación”, el encanto de todos los personajes del lugar como el hidalgo Don Luis… pero lo mejor es que la consigáis y repaséis sin miedo ni vergüenza alguna, os llevareis una más que agradable sorpresa.

martes, 19 de abril de 2011

Pompoko, de Isao Takahata







Decir que el estudio Ghibli hace buenas películas cae tan de cajón como decir que el sol emite luz. Aunque Miyazaki es el principal nombre del estudio, Isao Takahata, puede considerarse el segundo en importancia con películas igual de estupendas como “La Tumba de las Luciérnagas”, “Mis Vecinos los Yamada” o esta extraña y estupenda película: “Pompoko”.

Le tenía ganas desde hace tiempo y lo cierto es que cuando la vi el otro día me encontré con algo que no pude entender completamente pero que aún así me encantó y me obligó a investigar un poco más.

Con una fuerte base de la mitología y cultura japonesas (recomiendo a los curiosos investigar sobre los mitos y arte japoneses DESPUÉS de ver la película. El no entenderla hace que sea más fascinante e inesperada), el film nos habla de unos simpáticos Tanuki o mapaches japoneses, que viven bastante plácidamente en su entorno natural. Pero el periodo de crecimiento económico japonés lleva al país a la necesidad de construir nuevas y enormes barriadas para albergar a toda la población, lo que supone la desaparición de los bosques de los Tanuki y su despreocupado modo de vida. Estos deciden plantar cara a los seres humanos, sirviéndose de su habilidad para cambiar de forma, y realizando actos de sabotaje y terror para ahuyentar a los molestos visitantes. La guerra no será fácil porque el enemigo es muy poderoso, pero los Tanuki tienen los huevos bien puestos (mirad la foto y a lo largo de la peli entenderéis porqué. Disney ha debido hacer mucho daño castrando a todos sus animalitos, padre de Bambi incluido) y están dispuestos a dejarse la vida defendiendo lo que es suyo.

Además de ser una película divertidísima, que te tiene todo el rato con una sonrisa en la cara y te provoca alguna que otra lágrima al final, Pompoko es una buena ilustración del proceso de modernización forzosa que tuvieron que vivir los japoneses (y lo cierto es que casi todo el planeta) en la segunda mitad del siglo XX. Los Tanuki, que viven entre los mitos y los dioses vivos, se ven obligados por la maquinaria moderna a desaparecer como tales y a adaptarse al mundo humano, el cual no entienden, ya que va demasiado rápido, y consideran insoportable para cualquiera. Un momento muy bueno para resumir esto además del claro mensaje ecologista de la película es la escena en la que unas diminutas palas excavadoras se van comiendo una hojita como su fueran gusanos mientras los edificios crecen a su alrededor.

Con guiños muy simpáticos pero muy bien seleccionados, podemos ver como por ejemplo algunos adoptan forma humana e intentan “seguir el ritmo” a base de cafeína, pero las ojeras propias de estos animalitos y su poca capacidad de trabajo terminan por delatarles. Otros, la “línea dura” optan por la guerra más convencional, con atentados y sabotajes en toda regla en los que, a pesar de no ver ninguna muerte, el director tampoco nos oculta que los Tanuki matan a algunos seres humanos (y encima los puñeteros no pueden aguantarse la risa cuando guardan el minuto de silencio por sus enemigos caídos).

Resulta muy curiosa la perspectiva tan neutral y reflexiva que tiene esta película. Hubiera sido muy fácil poner a los Tanuki como unos angelitos atacados por unos malvados humanos contaminantes (prefiero no pensar el modo maniqueista en que se habría tratado esta película en Europa o Estados Unidos: esos pobres Tanukis huyendo de un malvado leñador con sierra mecánica que se ríe a carcajadas mientras tala árboles de un solo golpe montado en su camión que expele humo negro sin parar…o algo así fijo). Por el contrario aquí no hay malos ni buenos, tan solo una guerra. Vale que los humanos cogen lo que no es suyo sin preguntar, pero también entendemos que en algún sitio tienen que vivir y que no son conscientes del daño que están haciendo. Los Tanuki no son mala gente pero tampoco son tontos y piensan llegar hasta las últimas consecuencias en su guerra, aunque eso suponga atacar o matar a algunos humanos.

Curiosamente todo se arreglaría si ambos bandos se sentaran a hablar, pero claro ahí está el problema y otro de los temas del film. Los Tanuki saben que no pueden desvelar sus secretos a los humanos por miedo a sus represalias, y los seres humanos hace tiempo que dejaron de creer verdaderamente en lo sobrenatural (aunque según la película los poderes de los Tanuki, dioses mitos y demás sea algo bastante normal y natural).

La desaparición de la creencia humana en lo sobrenatural supone otra muestra de la pérdida del “modo de vida Tanuki” frente a una humanidad que ya no cree en nada que no sea el desarrollo o el dinero (muy bueno el personaje del zorro que ha aprendido a vivir como los humanos y les comenta a los Tanuki las maravillas de vivir como una persona). En un alarde de esfuerzo, magia, maravilla y apariciones terroríficas los Tanuki crean la ilusión de un desfile de monstruos para asustar a los humanos. Estos, al verlo, no solo no se asustan (bueno, solo un poco), sino que terminan creyendo que es publicidad de un nuevo parque de atracciones. La escena del desfile de monstruos está muy bien llevada, fascina tanto al espectador como a los personajes que la están viviendo y supone una invasión maravillosa de lo mítico y lo sobrenatural en la comunidad humana.

Mucho más se podría hablar de la película, sobre todo de los símbolos y mitos que toca, pero lo mejor es que la veáis vosotros mismos y paséis un rato más que divertido.