jueves, 30 de junio de 2011

Sabiduría Homérica























"Toda la vida he tenido un sueño: conseguir todos mis objetivos"



Homer J. Simpson

miércoles, 29 de junio de 2011

La Souriande Madame Beudet, de Germaine Dulac


En una zona rural de Francia, Madame Beudet vive un matrimonio desesperante. Inteligente, moderna, con gustos artísticos y muchas ansias de libertad, soporta como puede la vida con Monsieur Beudet, un tipo bastante exasperante, preocupado básicamente de su negocio textil, cuya mayor aspiración es ir a ver Fausto al teatro y que encima la tortura psicológicamente haciendo ver que se va a suicidar con su revólver cuando no consigue que su mujer haga lo que él quiere. Un día Madame Beudet decide cambiar las reglas del macabro juego y sin que su marido se dé cuenta, carga el revólver para su próxima pataleta, pero el remordimiento pronto le hará arrepentirse de su peligrosa acción.

Dirigida por Germaine Dulac, una de las primeras muestras de cine feminista de la historia y un clásico del cine mudo “La souriante Madame Beudet” es un ejemplo perfecto de cómo antes de la llegada del sonido al séptimo arte, éste ya había desarrollado perfectamente gran parte de sus posibilidades para ya no solo contar una historia, sino mostrar el interior más profundo de un personaje a través de la imagen.

El cine francés se encontraba en una buena época por los años 20. Las vanguardias artísticas y sus reflejos en el que ya se empezaba a considerar séptimo arte le estaban permitiendo recuperar el terreno perdido tras la primera guerra mundial y muchos directores buscaban generar nuevos tipos de lenguaje a través de ese nuevo y maravilloso arte que unía todas las demás manifestaciones artísticas.

En este ambiente se mueve Germaine Dulac para narrarnos una historia que en su primera parte nos cuenta una de tantos ejemplos de mujeres de la época que vivían atrapadas en matrimonios que ni deseaban ni de los cuales podían escapar. Es muy interesante tanto el comienzo como el final de la película con el rótulo de “En provincias” y las imágenes de la gente del lugar en sus quehaceres. Un lugar y un tiempo que podrían ser cualquiera y que tras ver la historia Dulac nos sugiere que está condenada a repetirse en secreto por siempre y en todas partes.

En toda la primera parte, la más “psicológica” del film, con una maravillosa selección de preciosos planos, la directora logra exteriorizar los sentimientos y deseos más secretos de la protagonista tan solo con la imagen. El plano del espejo mientras se peina, las fantasías con el uso de unos curiosísimos (aunque para nosotros nos pueden resultar casi divertidos) efectos especiales, las irrupciones, tan austeras en recursos como efectivas y en ocasiones casi pesadillescas de su marido en los dulces (y… ¿eróticos?) sueños de la señora o esos hermosos planos de Madame Beudet ensimismada en sus pensamientos con una luz que solo ilumina su cabello dejando el resto de su mundo a oscuras… todo un despliegue de recursos de imagen para mostrarnos el drama de la dama francesa.

Además de todo lo nombrado, esta primera parte supone una estupenda preparación a todo lo que vendrá después para permitirnos al espectador conocer mejor a los personajes que habitan en ese indefinido lugar de la campiña. Las manías del señor Beudet (un muy buen detalle toda la parafernalia de la colocación del jarrón), las revistas de madame, los vecinos chismosos de la pareja, todo el asunto de la pistola y las balas…un montón de pequeñas pistas que construyen una fuerte estructura y dará paso a la segunda parte de la película, que si bien no ahonda ya tanto en el aspecto de los sufrimientos de la buena señora Beudet, resulta ser un estupendo ejercicio de suspense que nos tiene verdaderamente interesados y en vilo sobre cómo acabará el asunto. Sin olvidarnos claro del momento final de la película con el matrimonio Beudet abrazado y el teatro de guiñol de fondo, representando la misma farsa. Aunque no es muy sutil que digamos, resulta de una fuerza emocional enorme ya que da una resolución a la historia mucho más amarga de lo que podríamos siquiera imaginar.

A pesar de que la versión más larga dura solo unos 40 minutos, mucho más se podría hablar de este clásico imprescindible del cine mudo, pero mi consejo es que la consigáis cuanto antes y le deis un buen repaso en una hora que tengáis libre, no os arrepentiréis.

Y si no tenéis ni una hora libre, aquí os dejo el enlace de un montaje más breve que he encontrado en internet, a ver si así os pica la curiosidad para verla en su metraje total.

lunes, 20 de junio de 2011

¡Vaya, 1000 visitas!

Pues a lo tonto nos hemos puesto en mil visitas en el blog, muchas gracias a todos por visitarlo. Espero poder ofreceros no dentro de mucho nuevas secciones para seguir hablando de todo MENOS de cine.

jueves, 16 de junio de 2011

El Momento del Parpadeo


"Cubría mis ojos con maquillaje para ver como eran"

miércoles, 15 de junio de 2011

"The Wicker Man" de Robin Hardy




El sargento Neil Howie, estricto detective inglés con unas creencias cristianas cercanas al extremo, recibe una misteriosa carta en la que le informan que una niña ha desaparecido en la localidad de Summerisle, una isla en la costa de Inglaterra, por lo que inicia una investigación en el aislado lugar. Al llegar en su avioneta y comenzar a hacer preguntas, le comentan que esa niña no existe en la localidad ni ha existido nunca, pero Howie presiente que todo el mundo le miente. Pronto descubrirá que Summerisle es un lugar mucho más extraño de lo que pensaba, donde procesan creencias paganas con ciertos ritos que llevan al sargento a la obligación de encontrar a la niña perdida antes de que su vida peligre, si es que sigue viva.

Película de culto inglesa y una de las cintas más representativas de la década de los 70 en Inglaterra, “The Wicked Man” nos ofrece una estupenda película de misterio llena de sorpresas, un mundo alternativo e inquietante, con una historia muy bien llevada y sorprendente además de una invitación a reflexionar sobre la religión y los peligros de las creencias llevadas al extremo.

Con un guión de Anthony Shaffer (que ya tenía en su haber películas como La Huella o Frenesí) y con el apoyo de un actor de la talla de Cristopher Lee (realizo el trabajo sin cobrar y participó con mucha fuerza en la promoción del film) que hace uno de sus papeles más memorables, aunque con unos pelazos de los que seguro en los 80 ya se arrepentía, “The Wicked Man” supone un interesante giro a los films de terror habituales por entonces en Inglaterra proponiendo una nueva fórmula. En este film se cuida mucho más el aspecto de sugerencia y creación de ambientes más que del golpe de efecto en si, algo que desde mi punto de vista le va muy bien al género de terror. Lo que el espectador pueda imaginar siempre será mucho más terrorífico que lo que el autor le pueda mostrar, y esta máxima se cumple durante todo el film mostrándonos cada vez un aspecto más sórdido y raro de Summerisle, con un peligro que planea constantemente sobre el protagonista aunque no podamos más que intuirlo.

Muy interesante en este sentido por ejemplo la escena del escarabajo en el pupitre, creo que con menos recursos no se puede lograr un efecto mayor de desconcierto y “mal rollo” en el espectador.

Lo cierto es que la película se sirve muy inteligentemente de elementos universales tanto del propio cine de terror como de la religiosidad (religiosidad en general, pues todas las creencias religiosas tienen muchos puntos en común en sus aspectos más básicos) y de todos los fantasmas que guardamos los seres humanos en el inconsciente desde que vivíamos en las cavernas: el cementerio, el árbol, el ya mencionado escarabajo… y por supuesto la relación entre el terror y el sexo, muy bien aprovechado en esta cinta para enrarecer mucho más el ambiente que reina en el pueblo costero.

Resulta muy llamativo el uso de la música en todo el film en forma de las canciones que cantan los habitantes del pueblo, desde las coplillas que recitan los niños en el patio del recreo mientras danzan, hasta las lascivas “canciones de seducción” que cantan los jóvenes en el bar en honor a la hija del posadero, una especie de diosa del amor local por decirlo de alguna manera, o la canción del final de la película, que sin desvelar nada diré que es la que más fuerza dramática tiene por lo “intenso” de la situación. En la tónica de romper con el terror clásico de entonces podría considerarse "The Wicked Man" un musical de misterio y terror, lo cual es, como poco, llamativo además de estar muy bien conseguido.

La realización es bastante sencilla pero muy adecuada y cuidada porque lo cierto es que la historia no pide más. Con planos generalmente largos que apoyan la sensación de pesadez en la película (y dejan entrever la escasez de recursos de la producción) y alguna que otra escena muy interesante como el desfile de Mayo o la escena de los niños alrededor de árbol, se agradece que no se complicaran la vida con aspavientos para dejarnos seguir el argumento e intentar unir las piezas que nos van dando para desvelar el misterio de Summerisle, que es lo que importa en la película. En ese sentido el guión presenta algún que otro fallo importante el cual los espectadores no pasamos desapercibidos, sobre todo en el tercio final, pero son muy pocos y se perdonan por lo original de la historia.

En general creo que lo más interesante de la película es el ambiente conseguido, enrarecido, oscurantista, pero que sin embargo todos tenemos de alguna manera presente en nuestra memoria (mas histórica que personal, claro) cuando la ceguera que puede producir cualquier fé se impone en cualquier sociedad ante la lógica, la razón y el sentido común. Resulta interesante como Howie, que parece el emisario encargado de llevar la luz de la civilización a Summerisle, al final, superado por las circunstancias, se enroca en su propia fe, la cual por cierto vemos que no solo no le sirve de mucho (tanto él como los habitantes del pueblo están poco dispuestos a escuchar algo que no sean sus propias creencias) sino que al final se nos descubre que se parece más de lo que le gustaría al paganismo en Summerisle del que tanto abomina.

Mucho más se podría hablar de las cuestiones religiosas en la película y por supuesto de la película en si, pero mi consejo es que la consigáis (ojo, la versión de los 70, no el remake de 2006) cuanto antes y la veáis, como siempre, en la pantalla más grande que podais. No os arrepentiréis.