domingo, 25 de noviembre de 2012

Las verdaderas mejores frases de la Historia del Cine

Aunque puede que no las oficiales...


"¡Callate Junior! Y agradece a tu madre que muriera durante el parto, si te llega a ver se muere de la vergüenza" 



Pappy O´Daniel

O brother!, de Joel y Ethan Coen



Ulises Everett McGill es un delincuente de poca monta y mucha labia destinado a trabajos forzados en el estado de Missisippi de la Gran Depresión. Decide escapar de su presidio junto con sus compañeros de cadenas, dos elementos con mas bien pocas luces llamados Pete y Delmar, prometiéndoles compartir el tesoro que tiene enterrado. Por si esto fuera poco deben recuperarlo antes de que la apertura de una presa inunde el valle donde se encuentra, cosa que sucederá en cuatro días. En su periplo vivirán no pocas aventuras, conocerán a diversos y extraños personajes, y lucharán contra todo tipo de fuerzas, tanto humanas como espirituales, para alcanzar el preciado tesoro.

En esta maravillosa comedia, los hermanos Coen, que ya estaban más que bien valorados por público y crítica gracias a películas como Sangre Fácil o Barton Fink, nos ofrecen su propia versión de la historia entre las historias, el poema épico clásico “La Odisea” de Homero. Respetando fielmente la esencia del original, transportan la historia al sur de los Estados Unidos de la Gran Depresión (ya sabéis, esa que vino justo después de “los locos años veinte”…si es que nunca aprenderemos), ese sur misterioso lleno de pobreza, folclore, superstición, religión, música, delincuencia y pillería a partes iguales. Así, transforman al astuto Ulises en un atractivo “piquito de oro” incrédulo y pragmático obsesionado con su pelo, el cíclope en un vendedor de biblias tuerto, las sirenas en unas sensuales lavanderas (nunca entendí lo de que los marineros se desviaran por mujeres pez, pero claro, tal y como se ven en la película todo queda más claro)… y añadiendo el folclore y creencias cristianas propias del momento, con el mismísimo diablo campando por la Tierra.

¿Extraño? Sin duda. ¿Efectivo? Totalmente.  Con un guión tan bien escrito como lo suelen hacer los Coen y una historia de tanta potencia evocativa como La Odisea, todo desemboca en una película divertidísima, profunda, irónica e incluso me atrevería a decir espiritual, donde el verdadero tesoro no será otro que la vuelta a casa como en la obra original y, siguiendo el añadido “góspel” que tiene el film, nada más y nada menos que la verdadera salvación ante Dios y los hombres.

Todo este trasfondo envuelto con como ya he dicho un guión bien escrito y muy sólido, donde las diferentes tramas van confluyendo hasta encontrarse en un maravilloso clímax en el que todo adquiere sentido y en el que el destino de todos sus personajes irremediablemente se cumple tal y como predice el negro ciego, versión Coen del oráculo clásico, que pasea en su carretilla por las vías del tren (símbolo del destino) tranquilamente al comenzó y final del film.


Me viene a la cabeza escenas como el bautizo de Pete y Delmar, en el que obtienen la salvación divina y que luego les protegerá en otros momentos en los que son acosados por el siniestro sheriff, una estupenda versión del diablo (y que encima manda narices lleva la estrellita de la autoridad en este mundo), o la genial escena en la que graban la canción “Man of Constant Sorrow” en los estudios de grabación regentados por un ciego (!) que desembocará en una trama nueva del film que terminará uniendo a todas las demás.

¿He dicho ya por cierto lo estupenda que es la música? Todo tipo de temas clásicos de la época así como alguna adaptación de temas reales del célebre Tommy Johnson (que tiene un papel en el film y del que casi asistimos a su famoso pacto con el diablo) envuelven la película y la hacen crecer, transportándonos aún más a los años de la Depresión y perfilando en muchas ocasiones a los propios personajes o a aspectos más abstractos como puede ser las creencias religiosas. Me viene como ejemplo a la cabeza el contraste de voces puras y limpias de la hermosa escena del bautismo con sus creyentes bañados en las aguas contra el tema oscuro y terrible (aunque ojo, también estupendo) con coros graves acompañando a la canción a la muerte del ritual del ku klux klan.


También merece una mención la fotografía del film, obra de un colaborador habitual de los Coen, Roger Deakins, sobre todo en lo que a exteriores se refiere. Como toda buena road movie, los paisajes, en este caso sureños, están captados con una belleza maravillosa, en todo tipo de tonos amarillos, ocres, marrones….haciendo que aunque sea una película en color, parezca que estemos viendo las imágenes sepia propias de principios del siglo XX que todos tenemos en la cabeza.

Si a todo lo dicho le añadimos unos personajes geniales interpretados por unos actores estupendos como George Clooney (haciendo un Ulises sencillamente  insuperable), John Turturro, John Goodman como perfecto cíclope o un divertidísimo Charles Durning haciendo del político conservador Pappy O´Daniel, tenemos una película redonda, divertidísima y que se disfruta de principio a fin, siendo una estupenda renovación y adaptación a los tiempos actuales (consideraciones políticas incluidas) del que seguramente sea el texto clásico más importante de la cultura occidental.


Sin duda mucho, pero muchísimo más se podría decir de este film, sobre todo de sus similitudes y diferencias con la obra de Homero, pero lo mejor es que la consigáis y la veáis vosotros mismos (altamente recomendable en versión original para dejarse llevar por el auténtico acento del sur) y la disfrutéis en una pantalla bien grande. Estoy seguro de que no os arrepentiréis.




P.D.- Y por si os cabe alguna duda mi voto para gobernador del estado es para Pappy O´Daniel y su hora de la harina.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La Mujer de Arena (Suna no Onna), de Hiroshi Teshigahara


Un profesor de Tokyo aficionado a la entomología camina por las dunas en una abandonada región de Japón en busca de insectos para su colección. Al perder el último autobus de regreso unos lugareños le invitan a pasar la noche allí, cosa que acepta encantado. Su alojamiento no será otro que una casa medio enterrada en un foso en la arena, habitada por una extraña y hospitalaria mujer, a la que se debe acceder bajando por una escalera de cuerda. Una vez pasada la noche el entomólogo descubre que han retirado la escalera y no puede escapar de la perfecta trampa de arena, que cede ante cualquier intento de ser escalada. Deberá escapar del foso o quedar condenado a excavar con su extraña compañera eternamente la arena para evitar que la casa y ellos mismos queden sepultados.


Aunque pueda parecer un poco excesivo debo de admitir que Suna no Onna es una de las películas que más me han inquietado, turbado y removido de mi asiento en mucho tiempo mientras la veía. Una visión pesimista, terrible y poética de la existencia humana además de una maravillosa y excepcional película.

Basada en la novela homónima de Kobo Abe (gran admirador de Kafka por cierto, de hecho Suna no Onna es bastante kafkiana), el propio relato resulta suficientemente extraño y turbador pero además la buena mano de Teshigahara la convierte en una gran obra, llenando de belleza realista y a la vez evocación poética un relato monstruoso por muchos motivos. Los extraños planos que van desde exteriores prácticamente extraterrestres hasta pequeños detalles de la piel de los protagonistas pero sobre todo de la gran protagonista del film, la arena (elemento metafórico de muchos niveles en la historia, casi tantos como uno quiera desear) así como un muy cuidado uso del principal decorado del film, la casa en la arena, sirven al director para adentrarnos en ese terrible desierto en el que ha quedado atrapado el protagonista y también nosotros, imposible de escapar, condenado por siempre a una tarea tan estéril y absurda como intentar vencer el implacable avance de la arena con una simple pala.


Atrapado como está en esa situación, su relación con su "captora" irá variando progresivamente desde el odio y la repulsión hasta una extraña convivencia erótica en la que la arena, el agua y el sexo son prácticamente los únicos elementos importantes de la vida en la casa. Y pongo captora entre comillas porque técnicamente la mujer de arena no es verdadera responsable del cautiverio del entomólogo, ni siquiera del suyo propio ya que como vamos a ir descubriendo conforme pasa el film, la frontera entre la obligación y el deseo de estar atrapados en esa vida es más tenue de lo que pueda parecer. Nuestro protagonista aparece ya al comienzo del film perdido en el desierto de arena ya que su viaje de la civilización a su destino se nos muestra en los créditos iniciales tan solo mediante el sonido de la ciudad mezclado con dibujos de surcos en la arena,sonidos que se convierten poco a poco en la discordante y extraña música del siempre genial Toru Takemitsu (más conocido por su trabajo en Ran de Kurosawa) que refleja y acentua perfectamente el vacío y el horror en el que se encuentra nuestro protagonista y en el que quizá se ha encontrado toda su vida.


Mucha gente habla de Suna no Onna como una película que habla sobre la esclavitud de la vida conyugal o del papel sometido de la mujer como ama de casa. No voy a decir que no pero en mi opinión Suna no Onna también puede ser vista como una reflexión o un punto de vista sobre lo absurdo de la existencia humana y más aún en el mundo moderno, donde miles de personas encuentran su existencia vacía y sin sentido. El propio protagonista como ya hemos dicho se encuentra perdido desde el principio, reflexionando sobre las miserias burocráticas de su vida y reprochando a la mujer de arena que dedique su existencia a una actividad tan ridícula. Al final, curiosamente, será el propio entomólogo el que abrace esa existencia nihilista, la cual resulta ser prácticamente la misma que la que tenía antes "Es mejor tener tu nombre escrito en un libro de insectos que nada". Insectos atrapados en la arena, como los que se nos muestra al comienzo del film.



Todo ello con la arena como constante personaje y metáfora visual: La arena como lo absurdo y lo inútil (cual Sísifo con su piedra), la arena como trampa social de la que no se puede escapar, como destructora ("La arena pudre las cosas" dice la mujer de arena en más de una ocasión), como metáfora del sexo y el deseo, como el paso del tiempo...seguramente muchas de las percepciones de la arena sean meramente subjetivas por mi parte, pero estoy seguro de que cada uno tendrá las suyas al verla a lo largo de la película.

Filosofías aparte Suna no Onna también es una maravillosa película que se disfruta tanto por su gran potencia y poética visual como su poderosa música o sus interpretaciones (me gusta especialmente el papel de Kyoko Kishida como mujer de la arena) o la constante sensación de desasosiego que nos produce a los espectadores y que se mantiene siempre creciente en todo el film.



Sin duda mucho más se podría decir de esta estupenda película como su interesante uso del erotismo en relación a los dos protagonistas, su música o sus consideraciones sobre el hombre y la naturaleza (constante de casi todo el cine japonés) pero lo mejor es que la consigais y la veáis por vosotros mismos, seguro que no os arrepentiréis.