miércoles, 29 de junio de 2011

La Souriande Madame Beudet, de Germaine Dulac


En una zona rural de Francia, Madame Beudet vive un matrimonio desesperante. Inteligente, moderna, con gustos artísticos y muchas ansias de libertad, soporta como puede la vida con Monsieur Beudet, un tipo bastante exasperante, preocupado básicamente de su negocio textil, cuya mayor aspiración es ir a ver Fausto al teatro y que encima la tortura psicológicamente haciendo ver que se va a suicidar con su revólver cuando no consigue que su mujer haga lo que él quiere. Un día Madame Beudet decide cambiar las reglas del macabro juego y sin que su marido se dé cuenta, carga el revólver para su próxima pataleta, pero el remordimiento pronto le hará arrepentirse de su peligrosa acción.

Dirigida por Germaine Dulac, una de las primeras muestras de cine feminista de la historia y un clásico del cine mudo “La souriante Madame Beudet” es un ejemplo perfecto de cómo antes de la llegada del sonido al séptimo arte, éste ya había desarrollado perfectamente gran parte de sus posibilidades para ya no solo contar una historia, sino mostrar el interior más profundo de un personaje a través de la imagen.

El cine francés se encontraba en una buena época por los años 20. Las vanguardias artísticas y sus reflejos en el que ya se empezaba a considerar séptimo arte le estaban permitiendo recuperar el terreno perdido tras la primera guerra mundial y muchos directores buscaban generar nuevos tipos de lenguaje a través de ese nuevo y maravilloso arte que unía todas las demás manifestaciones artísticas.

En este ambiente se mueve Germaine Dulac para narrarnos una historia que en su primera parte nos cuenta una de tantos ejemplos de mujeres de la época que vivían atrapadas en matrimonios que ni deseaban ni de los cuales podían escapar. Es muy interesante tanto el comienzo como el final de la película con el rótulo de “En provincias” y las imágenes de la gente del lugar en sus quehaceres. Un lugar y un tiempo que podrían ser cualquiera y que tras ver la historia Dulac nos sugiere que está condenada a repetirse en secreto por siempre y en todas partes.

En toda la primera parte, la más “psicológica” del film, con una maravillosa selección de preciosos planos, la directora logra exteriorizar los sentimientos y deseos más secretos de la protagonista tan solo con la imagen. El plano del espejo mientras se peina, las fantasías con el uso de unos curiosísimos (aunque para nosotros nos pueden resultar casi divertidos) efectos especiales, las irrupciones, tan austeras en recursos como efectivas y en ocasiones casi pesadillescas de su marido en los dulces (y… ¿eróticos?) sueños de la señora o esos hermosos planos de Madame Beudet ensimismada en sus pensamientos con una luz que solo ilumina su cabello dejando el resto de su mundo a oscuras… todo un despliegue de recursos de imagen para mostrarnos el drama de la dama francesa.

Además de todo lo nombrado, esta primera parte supone una estupenda preparación a todo lo que vendrá después para permitirnos al espectador conocer mejor a los personajes que habitan en ese indefinido lugar de la campiña. Las manías del señor Beudet (un muy buen detalle toda la parafernalia de la colocación del jarrón), las revistas de madame, los vecinos chismosos de la pareja, todo el asunto de la pistola y las balas…un montón de pequeñas pistas que construyen una fuerte estructura y dará paso a la segunda parte de la película, que si bien no ahonda ya tanto en el aspecto de los sufrimientos de la buena señora Beudet, resulta ser un estupendo ejercicio de suspense que nos tiene verdaderamente interesados y en vilo sobre cómo acabará el asunto. Sin olvidarnos claro del momento final de la película con el matrimonio Beudet abrazado y el teatro de guiñol de fondo, representando la misma farsa. Aunque no es muy sutil que digamos, resulta de una fuerza emocional enorme ya que da una resolución a la historia mucho más amarga de lo que podríamos siquiera imaginar.

A pesar de que la versión más larga dura solo unos 40 minutos, mucho más se podría hablar de este clásico imprescindible del cine mudo, pero mi consejo es que la consigáis cuanto antes y le deis un buen repaso en una hora que tengáis libre, no os arrepentiréis.

Y si no tenéis ni una hora libre, aquí os dejo el enlace de un montaje más breve que he encontrado en internet, a ver si así os pica la curiosidad para verla en su metraje total.

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