jueves, 14 de febrero de 2013

La Edad de la Inocencia, de Martin Scorsese





Newland Archer y May Welland son dos jóvenes prometidos de la alta sociedad newyorkina de la década de 1870. La llegada de la condesa Olenska desde Europa huyendo de su autoritario marido supondrá un cambio de rumbo para el joven Archer. Lo que inicialmente parece un mero deseo de ayudar a la condesa a conseguir el divorcio pasará a una verdadera pasión por la mujer y un fuerte conflicto interno entre sus valores conservadores y sus ansias de libertad. Sin embargo, la jeroglífica y opresora sociedad de la época no hará mas que poner trabas a la pasión de los amantes.

Cuando uno piensa en Martin Scorsese lo primero que le viene a la mente son mafiosos italianos, tiros, violencia y sangre, realizaciones y puestas en escena excesivas y arriesgadas, música de gente como los Rolling Stones… aparentemente justo lo contrario de este drama de época, lleno de gente educada, lujosas cenas, veladas en la ópera y paseos por jardines victorianos. Pero claro, como venía demostrando ya desde hace mucho tiempo, Scorsese es un gran director, capaz de trascender sus propias convenciones y ofrecer siempre cine de calidad sea el género que sea. Posiblemente de los directores de su generación sea el que mejor se ha mantenido hasta hoy día y La Edad de la Inocencia no solo no es una excepción sino que  puede estar tranquilamente entre las grandes obras del director.

Los habituales excesos de Scorsese a la hora de filmar la acción (no hay que preocuparse, luego se quedó bien tranquilo con “Casino”), al principio parecen desaparecer en este film pero ojo, no hay que engañarse porque el director italoamericano está jugando a su mismo juego, solo que de otra manera ya que el mundo a retratar es radicalmente diferente lo que se traduce en un uso diferente de sus recursos narrativos, apoyándose más intensamente en el arte del film, el cual ya diré que es sencillamente alucinante.  El impresionante y delicado vestuario de los personajes,  los fastuosos escenarios, los cuadros y pinturas de cada hogar, que tanta importancia tienen en la historia, las lujosas cenas con sus exuberantes alimentos en la mesa, las flores y el color. Todo. Todo al servicio de meter al espectador en la sociedad de la época, en sus rituales, excentricidades y convenciones. En el comportamiento de sus miembros, en su modo de mostrarse ante sus semejantes y, lo que es más importante, en los deseos ocultos de la encorsetada sociedad de finales del XIX, porque lo que se dice y se muestra, y lo que se piensa, suelen ser dos cosas muy diferentes y más en aquella sociedad. Idea importante y constante a lo largo del film y que supone el motor principal del film. Deseo y culpa, dos temas que a Scorsese le son más que familiares.

A pesar de una realización mas “tradicional” Scorsese se sirve de muchos otros recursos como un muy interesante uso de los iris para reencuadrar momentos o situaciones importantes, algunos verdaderamente sutiles (como por ejemplo la escena en la que Archer entra en la floristería en la que se nos focaliza en un gran ramo de rosas amarillas, asociadas a la condesa Olenska), sus habituales cambios de iluminación en medio de la propia toma o un muy interesante uso de fundidos para enfatizar en esos pequeños momentos, objetos o gestos, casi imperceptibles pero que tanto quieren decir entre los personajes. Una vez más la diferencia entre lo que mostramos de puertas para afuera y lo que sentimos en nuestro interior apoyadas por una realización que también ayuda a dar forma a un mundo que a los espectadores del siglo XX y XXI nos es lejano e irreconocible. Me viene como ejemplo la escena en la que Archer y Olenska se encuentran en la cabaña. Archer mira por la ventana y Olenska se levanta para abrazarlo. Cuando Archer se gira hacia ella la descubre aún sentada ante el fuego. Todo ha sido tan solo una imaginación, un deseo del joven abogado.

A diferencia de las explosiones de violencia de Taxi Driver o Goodfellas, la imagen y la palabra son extremadamente sutiles en el metraje y en este film todo un mundo interior puede derrumbarse tan sutil y silenciosamente como esos planos en los que la madera que arde se convierte en ceniza.

Interpretativamente hablando es muy interesante ver el ejercicio de contención que hacen los protagonistas, los cuales están más que estupendos y es precisamente por eso por lo que la historia conserva su fuerza. Michelle Pfeiffer hace un estupendo papel como mujer perdida en una sociedad que la repudia, pero puede que me guste más Winona Ryder en su papel de noble y honorable esposa de Daniel Day Lewis, la cual protagoniza el momento más potente del film a mi parecer, cuando le pide a su marido que se quede a su lado ya que espera a su primer hijo.


Creo que es importante nombrar el énfasis que Scorsese hace a lo largo de toda la película en las pinturas que decoran las casas de los protagonistas. La película en si es bastante pictórica pero en muchas ocasiones nos obliga a mirarlos e incluso el viaje por Francia de Archer y May es narrado directamente con cuadros de la época. En una historia y en un mundo donde las cosas no son lo que parecen, el uso de estos cuadros son un recurso más que útil e interesante para describirnos a cada uno de los personajes en su modo de ser, de pensar o incluso sus deseos concretos en algunos momentos. Los cuadros del joven Archer, muchos de ellos sobre paisajes lejanos y fantasiosos nos ayudan a comprender su interior así como el gran cuadro encima de la chimenea de Olenska hace un estupendo contrapunto a las palabras formales que se intercambian los dos amantes antes de ceder a su deseo (al menos parcialmente) y mostrarse sus sentimientos. El tema de los cuadros (y de las flores, ojo) es muy interesante en este film y seguro que podríamos extendernos mucho tiempo, pero ya que mis conocimientos de pintura son mas bien escasos mejor dejarlo aquí.

En definitiva una película redonda de Scorsese y aunque pueda parecer algo muy diferente a lo que nos tiene acostumbrados en el fondo nos habla de lo mismo, solo que en el terreno de los modales y la introspección, cambiando los baños de sangre por educadas cenas en las que la familia decide separar definitivamente a los amantes. Ambos casos igual de terribles solo que desde otro primsa.

Me he dejado muchas cosas en el tintero, porque estoy seguro de que mucho más se podría hablar de esta película, pero lo mejor es que la consigáis vosotros mismos y la disfrutéis, como siempre en una gran pantalla. Estoy seguro de que no os arrepentiréis.



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