miércoles, 3 de noviembre de 2010

SEPPUKU de Masaki Kobayashi

A la vista de que este blog nació en Japón me parece más que adecuado retomarlo con una de las mejores películas que nos ha dado el país del sol naciente, Seppuku (o Harakiri), de Masaki Kobayashi. Todo aficionado o amante del cine debería ver esta magistral lección de cómo contar una historia de modo no lineal.

Japón, 1630. Tras la batalla de Sekigahara y con la formación del shogunado Tokugawa muchos samuráis quedaron sin oficio, convirtiéndose en ronin (samurái sin amo). Buena parte comenzaron a ocuparse en otras actividades, desde comerciantes o granjeros, hasta delincuentes y miembros de bandas de saqueadores. Sin embargo, al ser hombres de armas, guerreros que no conocían otra forma de ganarse la vida que no fuera la batalla, muchos cayeron en la frustración y en una vida vacía, llena de pobreza y deshonor. Una salida para los ronin consistía en acudir a una casa noble (daimyo), para pedir un empleo o por lo menos que se le permitiera morir con honor mediante Seppuku, suicidio ritual que consiste en abrirse uno mismo el vientre para luego ser decapitado por un “padrino”.

En este punto comienza la película de Kobayashi. Hanshiro Tsugumo, ronin entrado ya en años y hastiado de su miserable existencia, acude al daimyo del clan Lyi para que se le permita realizar el Seppuku. Antes, quiere contar a los asistentes cuales han sido las causas que le llevan a tal decisión. Pero lo que los miembros de la casa Lyi no saben son las verdaderas intenciones de Tsugumo…

Crítica directa al código samurái por parte de Kobayashi, en esta película se nos muestra toda la falsedad y sinsentido existentes en un modo de vida que servía únicamente para el control del individuo. Hanshiro Tsugumo, durante todo su relato, lo atacará, acusando a sus jueces de personas incapaces de practicar un código que pregonan a los cuatro vientos.

El increíble guión de Shinobu Hashimoto (guionista también de Kurosawa, entre cuyos trabajos hay otras joyas como Rashomon, Vivir, Dodeskaden o Los Siete Samuráis) es toda una lección de cómo narrar una historia mediante Flashbacks. Cada relato de Tsugumo nos revela un secreto más en la historia, una nueva vuelta de tuerca que lleva a las relaciones de los personajes a un nuevo nivel de tensión que parecía imposible hace tan solo unos minutos. Como una olla a presión, que sin desvelar nada diré que sí, al final explota de una manera maravillosa y terrible.

La maestría de Kobayashi dirigiendo también se hace notar desde el primer plano de la armadura del clan Lyi, que aparece entre brumas, amenazante y antinatural como un terrible fantasma de tiempos pasados. Símbolo del “barniz” que recubre el supuesto código samurái, será Hanshiro Tsugumo quien la derribe (literalmente) en su “enérgico alegato final” contra el daimyo. Todas las escenas, todos los encuadres reflejan la tensión creciente en la historia hasta hacerse casi insoportables, manteniendo el director un pulso constante y agobiante que además no resulta en absoluto lento o pesado a pesar de que en buena parte del metraje, los personajes están sentados, hablando. Curiosamente estas escenas de conversación en el patio de la casa Lyi resultan más intensas que cualquier otra, incluso los duelos de espada que se muestran en algún que otro flashback.

El tercer punto fuerte de esta fantástica película no es otro que Nakadai Tatsuya, que da vida al ronin Tsugumo. Junto con Toshiro Mifune, es uno de los mejores actores que ha dado el cine japonés (también realiza papeles memorables en Kagemusha y Ran, por nombrar solo dos) y en esta película sencillamente está que se sale. Hierático y solemne a pesar de la posición de desventaja de su personaje, cada pequeño gesto y la fuerza de su mirada le hacen acaparar toda la intensidad del relato, colocando a su personaje muy por encima moralmente que cualquiera de sus “jueces”, convirtiéndose en juez y esencia de ese código que solo los verdaderos samuráis como él pueden llevar a cabo hasta sus últimas consecuencias.

Grande entre las grandes dentro del cine de samuráis y del cine mundial se podría decir mucho más sobre este maravilloso film, pero sencillamente mi consejo es que lo consigáis ya mismo y disfrutéis más de dos horas de cine del bueno, no os arrepentiréis en absoluto.

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