lunes, 25 de abril de 2011

Bienvenido Mister Marshall, de Luis García Berlanga







En 1952 Luis García Berlanga dirige la que es su primera película en solitario, aunque con una historia escrita junto con Juan Antonio Bardem, un maravilloso cuento que oculta bajo su superficie la amarga realidad de la España de la época y seguramente de la España de cualquier época. Villar del Río es un pequeño y pobre pueblo castellano como otros tantos: su fuente, su iglesia antigua, su ayuntamiento con reloj…habitado por las gentes que todos esperamos encontrar en un sitio así: el señor cura, el alcalde, el boticario, las cotillas, la maestra… lo que se dice un pueblo normal. Un día llega un “señor delegado del gobierno” y avisa al alcalde Don Pablo de que los americanos van a venir con su famoso plan Marshall y sus dólares, por lo que los habitantes deben prepararles un recibimiento a la medida de “los representantes de tan noble pueblo” para que los yanquis se dejen todo el dinero posible en la localidad. Para suerte de Don Pablo, en ese momento está en el lugar la máxima estrella de la canción andaluza y su manager Manolo, que dice conocer muy bien a los americanos y promete ayudar a Villar del Río para que los estadounidenses se queden mucho tiempo y les colmen de regalos.

Narrada como si fuera un cuento de los Reyes Magos (la película empieza con la voz del narrador diciendo “Pues señor, erase una vez un pueblo…” y termina con un “y colorín colorado, este cuento se ha acabado”), desde el primer minuto nos queda más que claro por qué esta es una de las películas más grandes dentro del cine español. Ya desde el principio, con la presentación del lugar y sus gentes Berlanga nos muestra su más que buen hacer en lo que a ritmo y diálogos se refieren. Con un relato en off maravilloso y un tempo ágil e imparable nos metemos de lleno en el mundo rural de esa España pobre y miserable hasta llegar al nudo del film sin apenas darnos cuenta. Por si fuera poco la película no solo mantiene su calidad a partir de aquí, sino que en el preparativo del recibimiento, la víspera, la llegada de los americanos, el final… todo va ascendiendo hasta dar, una vez que aparecen los créditos finales una imprescindible obra de arte del cine español e internacional.

En esta maravillosa historia Berlanga aprovecha para disparar contra absolutamente todo y todos: la España del régimen franquista, el cine español y la “españolada”, la falsa imagen de España que los propios españoles damos al mundo, los americanos, Hollywood…vamos, que no deja títere con cabeza, pero siempre con el talento y el cuidado necesarios para que no supusiera un problema con la censura franquista. Lo cierto es que los censores de la época o no hacían bien su trabajo o no eran demasiado inteligentes porque hay cosas que no sé como dejaron pasar (me viene a la cabeza ese alcalde del pueblo, sordo, feo y que habla a gruñidos, vestido de andaluz dando un discurso incoherente desde el balcón).


Bienvenido Mr Marshall

La búsqueda a propósito del tópico y del esperpento en la historia y los personajes ironiza ya no solo sobre la situación social y política de entonces, sino sobre el propio cine nacional, riéndose del folclore y la imagen de España-Andalucía que desde el cine de la época se hacía para exportar una pantomima de España tan de cartón piedra como el pueblo que fabrican en Villar del Rio, con “Calle del Salero” incluida, para contentar a los americanos y que se dejen los cuartos. Como la cantante andaluza que solo sabe decir “¡Ozú!” o “¡Vaya!” cuando se le pregunta algo… ¿Nos suena esto de algo? Esa España de sol y playa, de toros, coplas y paella que seguimos vendiendo incluso hoy para que venga de fuera un dinero que por cierto ya nos hemos gastado aunque todavía no tuviéramos…Bienvenido Mr. Marshall como toda buena obra de arte, resulta intemporal y aplicable en cualquier época.

Tampoco los americanos se libran aquí de la aguda mirada y parodia de Berlanga. Su paso por Villar del Río resulta tan memorable como rápido, dejando al pueblo lleno de deudas, todavía más pobre y sin ninguna mejora visible (me sigue sonando todo esto…) o las escenas de los sueños de los habitantes la víspera de su llegada son sencillamente geniales y una parodia del cine Hollywoodiense: la pesadilla de cine negro con toque expresionista del cura es genial, la llegada del hidalgo a tierra de los indios…pero sobre todo el divertidísimo western soñado por el alcalde en el que participan todos los habitantes del pueblo (con andaluza cantando coplas en el “saloon”) y en el que Berlanga aprovecha para reírse y hacernos reír muchísimo a costa de los yanquis. Tampoco podemos olvidar el plano en el que la banderita americana flota, rota y manchada, por un desagüe lleno de porquería, escena por cierto, que dio algún que otro problema en el extranjero. Ahora me parece que nadie tiene el valor o por lo menos el talento de hacer algo con tan buena mano, con tanto sentido, humor y fuerza como esto.

Además de cómo lleva Berlanga el film, es decir de maravilla, da gloria ver que hubo un tiempo en el que en el cine español había grandes actores que hacían grandes papeles: actores que sabían por ejemplo qué hacer con las manos, que sabían algo tan básico como vocalizar bien (los actores españoles actuales tienen un pequeño problemita con esto…será por las otrodoncias) si hasta al alcalde, un maravilloso Pepe Isbert, que habla farfullando, se le entiende mejor que a cualquier actor que vemos hoy día en la televisión o lo que es peor, en el cine. Actores que entienden lo que es la continuidad en el cine, que la respetan y trabajan (uups, otro trabajito pendiente para los maravillosos intérpretes de ahora), pero sobre todo actores que INTERPRETAN, que hacen un personaje el cual te crees por muy esperpéntico y tópico que sea, que te llegan y te importa lo que viven y sufren durante todo el film. Mención especial por cierto para Fernando Rey como narrador de la historia, es su voz la que le da el aire de cuento, casi navideño en ocasiones, que tiene el film.

Lo malo es que a esta película le pesa demasiado la mala difusión que se le da en nuestra propia tierra, donde nos quedamos en la escena del pueblo cantando “Americanos, os recibimos con alegría”, que a pesar de estar bien no es ni mucho menos lo mejor del film, o por lo menos no se entiende totalmente si no das la misma difusión a todo el metraje. Parece que la maldición de “la españolada” afecta incluso a la película que quería ridiculizarla y destruirla.

Mucho más se podría decir de esta joya del cine español, como la escena en que el pueblo hace la lista de las cosas que les va a pedir a los americanos con sus deseos más peculiares o sencillos, el discurso del alcalde “que nos debe a todos una explicación”, el encanto de todos los personajes del lugar como el hidalgo Don Luis… pero lo mejor es que la consigáis y repaséis sin miedo ni vergüenza alguna, os llevareis una más que agradable sorpresa.

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