miércoles, 21 de noviembre de 2012

La Mujer de Arena (Suna no Onna), de Hiroshi Teshigahara


Un profesor de Tokyo aficionado a la entomología camina por las dunas en una abandonada región de Japón en busca de insectos para su colección. Al perder el último autobus de regreso unos lugareños le invitan a pasar la noche allí, cosa que acepta encantado. Su alojamiento no será otro que una casa medio enterrada en un foso en la arena, habitada por una extraña y hospitalaria mujer, a la que se debe acceder bajando por una escalera de cuerda. Una vez pasada la noche el entomólogo descubre que han retirado la escalera y no puede escapar de la perfecta trampa de arena, que cede ante cualquier intento de ser escalada. Deberá escapar del foso o quedar condenado a excavar con su extraña compañera eternamente la arena para evitar que la casa y ellos mismos queden sepultados.


Aunque pueda parecer un poco excesivo debo de admitir que Suna no Onna es una de las películas que más me han inquietado, turbado y removido de mi asiento en mucho tiempo mientras la veía. Una visión pesimista, terrible y poética de la existencia humana además de una maravillosa y excepcional película.

Basada en la novela homónima de Kobo Abe (gran admirador de Kafka por cierto, de hecho Suna no Onna es bastante kafkiana), el propio relato resulta suficientemente extraño y turbador pero además la buena mano de Teshigahara la convierte en una gran obra, llenando de belleza realista y a la vez evocación poética un relato monstruoso por muchos motivos. Los extraños planos que van desde exteriores prácticamente extraterrestres hasta pequeños detalles de la piel de los protagonistas pero sobre todo de la gran protagonista del film, la arena (elemento metafórico de muchos niveles en la historia, casi tantos como uno quiera desear) así como un muy cuidado uso del principal decorado del film, la casa en la arena, sirven al director para adentrarnos en ese terrible desierto en el que ha quedado atrapado el protagonista y también nosotros, imposible de escapar, condenado por siempre a una tarea tan estéril y absurda como intentar vencer el implacable avance de la arena con una simple pala.


Atrapado como está en esa situación, su relación con su "captora" irá variando progresivamente desde el odio y la repulsión hasta una extraña convivencia erótica en la que la arena, el agua y el sexo son prácticamente los únicos elementos importantes de la vida en la casa. Y pongo captora entre comillas porque técnicamente la mujer de arena no es verdadera responsable del cautiverio del entomólogo, ni siquiera del suyo propio ya que como vamos a ir descubriendo conforme pasa el film, la frontera entre la obligación y el deseo de estar atrapados en esa vida es más tenue de lo que pueda parecer. Nuestro protagonista aparece ya al comienzo del film perdido en el desierto de arena ya que su viaje de la civilización a su destino se nos muestra en los créditos iniciales tan solo mediante el sonido de la ciudad mezclado con dibujos de surcos en la arena,sonidos que se convierten poco a poco en la discordante y extraña música del siempre genial Toru Takemitsu (más conocido por su trabajo en Ran de Kurosawa) que refleja y acentua perfectamente el vacío y el horror en el que se encuentra nuestro protagonista y en el que quizá se ha encontrado toda su vida.


Mucha gente habla de Suna no Onna como una película que habla sobre la esclavitud de la vida conyugal o del papel sometido de la mujer como ama de casa. No voy a decir que no pero en mi opinión Suna no Onna también puede ser vista como una reflexión o un punto de vista sobre lo absurdo de la existencia humana y más aún en el mundo moderno, donde miles de personas encuentran su existencia vacía y sin sentido. El propio protagonista como ya hemos dicho se encuentra perdido desde el principio, reflexionando sobre las miserias burocráticas de su vida y reprochando a la mujer de arena que dedique su existencia a una actividad tan ridícula. Al final, curiosamente, será el propio entomólogo el que abrace esa existencia nihilista, la cual resulta ser prácticamente la misma que la que tenía antes "Es mejor tener tu nombre escrito en un libro de insectos que nada". Insectos atrapados en la arena, como los que se nos muestra al comienzo del film.



Todo ello con la arena como constante personaje y metáfora visual: La arena como lo absurdo y lo inútil (cual Sísifo con su piedra), la arena como trampa social de la que no se puede escapar, como destructora ("La arena pudre las cosas" dice la mujer de arena en más de una ocasión), como metáfora del sexo y el deseo, como el paso del tiempo...seguramente muchas de las percepciones de la arena sean meramente subjetivas por mi parte, pero estoy seguro de que cada uno tendrá las suyas al verla a lo largo de la película.

Filosofías aparte Suna no Onna también es una maravillosa película que se disfruta tanto por su gran potencia y poética visual como su poderosa música o sus interpretaciones (me gusta especialmente el papel de Kyoko Kishida como mujer de la arena) o la constante sensación de desasosiego que nos produce a los espectadores y que se mantiene siempre creciente en todo el film.



Sin duda mucho más se podría decir de esta estupenda película como su interesante uso del erotismo en relación a los dos protagonistas, su música o sus consideraciones sobre el hombre y la naturaleza (constante de casi todo el cine japonés) pero lo mejor es que la consigais y la veáis por vosotros mismos, seguro que no os arrepentiréis.






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